¡NUESTRO SUEÑO!
Asociación Mexicana de Educadores de
Personas con Discapacidad Visual, A.C.
“Todos los seres humanos somos importantes”
(José R. Romero González, 1985)
¡Una entrevista imperdible!
Entrevista a Cristina Oyarzabal
by PREVENIRLACEGUERA
La entrevista a Cristina Oyarzabal nos trasporta a un campo poco habitual de la práctica de los
psicoanalistas: el análisis con ciego. Sus desarrollos conceptuales, pero sobre todo el relato de su
experiencia clínica nos acercará a temáticas vinculadas a la constitución subjetiva, el lugar del Otro y el
otro, lo que nos brindará un valioso aporte para pensar cuestiones cruciales no solo en los casos de no
videntes o
con discapacidades múltiples. Los derroteros de la pulsión escópica,
la constitución de la imagen inconsciente del cuerpo, la vinculación
entre autismo y ceguera, como así también el lugar de las instituciones
y el imaginario social, serán otros temas abordados en este reportaje.
- En 1969 recibió el título de Maestra Normal Nacional y 2 años des-
pués el de Maestra Normal Nacional para ciegos. ¿Qué la llevó a real-
izar la formación en ese campo de la docencia?
- Siempre me gustó ir a la escuela. Abría un mundo nuevo a mi reduci-
do entorno familiar. Me encantaba “jugar a la maestra” encarnando
tanto a las maestras “buenas” como también aquellas otras “malas” a
las que les tenía verdadero temor.
A la pregunta de los adultos: ¿qué querés ser cuando seas grande?,
respondía con un “quiero ser maestra”. Era mi mayor ilusión.
Cuando comencé la escuela secundaria, las únicas opciones eran:
bachillerato, perito mercantil y maestra normal. El bachillerato lo ele-
gían, generalmente, aquellos que tenían expectativas de continuar es-
tudios terciarios o universitarios. No era mi caso. En las pocas escuel-
as secundarias cercanas a mi barrio se hacía un ciclo básico común
de tres años como perito mercantil y luego, se continuaba esa forma-
ción o se optaba por la carrera docente. Sabía lo que no me gustaba
y tenía muchas expectativas en relación a la docencia. Expectativas
que fueron totalmente colmadas; tuve muy buenas profesoras en psicología, pedagogía, filosofía,
historia de la educación… En 4º año, a mis 15 años, “sabía” que quería ser maestra diferencial. Un día
una compañera me mostró una guía del estudiante y me dijo: -mirá acá figuran esas carreras raras que
te gustan a vos. Y allí leí el título: “Maestra Normal Nacional para Ciegos” y desde entonces me dedico
a trabajar con ellos. Bueno… ésta es la historia oficial… la otra… son muchos años de diván.
- Luego, en 2006 realizó un Master en psicoanálisis en la Universidad John F. Kennedy. ¿Cómo llegó a
las aguas de otra de las profesiones imposibles, tal el decir de Freud en relación al psicoanálisis?
- Mi vínculo con el psicoanálisis fue desde muy temprano. A los 15 años empecé a “ir al psicólogo” algo
que no era muy común en esa época. Muchos años después me di cuenta que había tenido analistas
con distintas orientaciones: freudianos ortodoxos, kleinianos, lacanianos pero siempre, psicoanalistas.
Eso, fue azaroso, ya que yo insistía que quería ir al psicólogo, sin embargo, no tenía una idea clara de
qué se trataba.
Cuando tenía 19 años comencé a trabajar en una escuela-internado para ciegos y observaba que los
chicos tenían conductas muy extrañas, y que en el profesorado sólo me habían preparado, por decir de
algún modo, para educar al “ciego normal”; entonces, empecé a buscar cursos, jornadas, todo lo que
por allí se ofertara sobre Educación Especial, en general, y sobre ceguera y disminución visual, en
particular.
Un día, en una Jornadas sobre “Sindrome de Down” escuché a un disertante –director durante
muchísimos años del Centro Lydia Coriat- que tenía un discurso muy diferente al que había escuchado
hasta ese momento. Me acerqué así al Centro Coriat que hacía un esfuerzo teórico-clínico por articular
Psicoanálisis y Educación Especial. Quedé fascinada con la propuesta. Trabajé en el Centro con
grupitos de niños con este síndrome, grupos cuyo objetivo era habilitarlos para ser integrados en los
Jardines Comunes.
Obviamente, los conocimientos impartidos por el profesorado para ciegos no me alcanzaban. Decidí,
entonces, estudiar Ciencias de la Educación en la Universidad de Morón que –por esa época; época de
la dictadura militar– tenía una fuerte formación filosófica y, en las cátedras de Psicología los profesores
eran psicoanalistas, así es que leí mucho a Freud y conocí a Lacan. Empecé a leer –sin pausa – textos
psicoanalíticos y, fundamentalmente, aquellos vinculados al psicoanálisis con niños.
- En torcer el destino señala que “El ojo es solo una ventana que puede estar cerrada sin que el
encéfalo deje de estar pletórico de imágenes que otorgan al hombre el panorama de un mundo visual”
¿Se podría decir que los ciegos ven?
- Para responder a esta pregunta tendría que hacer un breve recorrido histórico. En el siglo XVII
Diderot, –retomado por Lacan dos siglos después– en su famosa Carta sobre Ciegos para uso de los
que ven, habla de una óptica posible para los ciegos.
En la actualidad hay investigaciones científicas muy interesantes que afirman que el cerebro posee
“visión ciega”, es decir, el cerebro inconsciente procesa información visual aunque hayamos perdido la
capacidad de ver. Estas investigaciones corroboran la antigua hipótesis freudiana acerca del
procesamiento de información que ocurre en el cerebro a pesar de que no nos demos cuenta; son los
“procesos inconscientes” del cerebro. Es decir que, probablemente, existan rutas alternativas de
procesamiento visual que funcionan inconscientemente. También, Lacan refiriéndose a la función de las
imágenes y al espacio geometral de la visión, sostiene que puede ser reconstruido e imaginado por el
ciego ya que la perspectiva geometral es asunto de demarcación del espacio y no de la vista. El ciego
comprende que el espacio puede percibirse a distancia y simultáneamente le alcanza con aprehender
una función temporal: la instantaneidad. La representación interna del espacio es la más compleja de
todas las representaciones sensoriales, porque –a diferencia de los otros sentidos– no tiene un órgano
sensorial específico.
Entonces, podríamos decir, que el ciego de nacimiento (sin problemas neurológicos) tiene la misma
noción de espacio visual que tenemos todos. Obviamente, no tiene referentes externos tales como la
visión de los colores que si bien es un fenómeno muy interesante no hace a la estructura cerebral y
mental del ciego. Además, aún cuando no llegue a comprender palabras totalmente visuales, logra
extraer su esencia ya que la estructura lingüística es ajena a la periferia sensorial.
- En “Punto de vista del ciego”, artículo publicado en Pagina 12 señala: “La experiencia con sujetos
ciegos me permitió vislumbrar que el ciego no está privado de nada; que a un ciego que nunca vio le
sea dada la vista es un deseo de quienes vemos, no de aquel que nació privado de la luz.” ¿Qué
implicancias tiene su postura en relación a la idea que habitualmente se tiene de la ceguera como
discapacidad?
- Bueno… no podemos negar la enorme importancia que tiene la visión en el devenir humano pero esto
–a mi entender– no debería quedar ligado a que el ciego vive en la oscuridad, al menos como la
entendemos quienes vemos. Generalmente, se los llama “no-videntes” es decir, se los define por la
falta, sin embargo, investigaciones neurocientíficas muy recientes demuestran que ante la ausencia del
sensorio visual –y aun cuando se desmantelen ciertos procedimientos particulares– el sistema nervioso
crea otros procedimientos que llevan al sujeto a desarrollos inesperados. Además, la ceguera –por sí
misma– no impide la constitución de la subjetividad ni la de una vida digna de ser vivida.
- ¿Ha observado diferencias en los derroteros de la pulsión escópica como efecto de la falta de visión
en ciegos congénitos?
- El Psicoanálisis nos dice que en el campo escópico la mirada está afuera y nos determina
intrínsecamente. El riesgo con el niño ciego de nacimiento es que al faltarle la mirada, la madre –al no
recibir respuestas visuales de su niño– tampoco lo mira generándose un circuito de no-mirar, no-ser-
mirado. Podría decir que se produce un “cortocircuito” en la pulsión escópica. La función de la mirada es
un indicador imprescindible del lugar del sujeto en los inicios de la vida en el que las palabras aún no le
dicen nada al niño pequeño. En el ojo materno, percibido por el niño, el mirar es una forma originaria de
Shifter: partícula lingüística que señala el lugar del sujeto en el discurso. Pero ¿qué pasa si el niño no
percibe esa mirada? Que el niño sea ciego no implica que no la pueda percibir; de hecho los ciegos de
nacimiento, se saben y se sienten “mirados”. Pero esto hay que construirlo.
Particularmente, trabajo mucho con la presencia-ausencia de mirada con los niñitos ciegos (chicos de 2,
3, 4 añitos) que atiendo. Un momento –para mí– maravilloso es cuando los chicos empiezan a jugar a
las escondidas. Por ejemplo, un nene de 5 años, cuando viene la mamá a buscarlo, se esconde atrás
del diván sin hacer ruido alguno, entonces le digo a la madre, que su hijo no está, que se ha ido; los
sostengo, lúdicamente, soportando la ausencia hasta que el niño divertido, aparece “asustándonos” y
riéndose porque nos ha engañado. También, he podido observar ese “cortocircuito pulsional escópico”
–del que hablaba anteriormente– en niños que ven y son criados por madres ciegas. Aquí también hay
un trabajo muy interesante para realizar. Atiendo a una niña sin problemática visual alguna, que por
circunstancias graves en su vida está siendo criada por sus tíos, un matrimonio de ciegos. La nena
estaba muy descuidada en su aseo y arreglo personal, una niña totalmente “afeada” a la que sus
compañeritos de escuela la habían bautizado como “Chucky” (el muñeco maldito). No voy a contar aquí
el tratamiento de la niña pero sí quiero señalar la preocupación de esta tía –ciega total de nacimiento–
por hacer de esta nena una “niña bonita”. Esta tía decía, yo siempre le digo que está linda, a lo que su
marido también ciego agrega: –sí, pero nosotros para decirle que está linda tenemos que tocarla y me
parece que la nena necesita que la miren sin necesidad de que la toquemos. Entonces hicimos un trato,
que ellos libidinizaran a esta sobrina-hija y yo les prestaba la mirada.
- En Niños Ciegos al hablar de la construcción de la imagen inconsciente del cuerpo refiere que “Un
niño ciego en tanto sujeto del lenguaje accede a la simbolización con otros parámetros”. ¿Cuáles serían
esos parámetros?
- Los niños ciegos de nacimiento o sea aquéllos que nunca experimentaron el efecto de una imagen
visible, sin embargo, poseen una imagen inconsciente del cuerpo. Utilizo el término “imagen” en el
sentido que le otorga Dolto, quien no se refiere a una imagen especular sino a una imagen inconsciente
no especular; esa imagen es sustrato relacional del lenguaje. Cuando hablamos de imagen corporal,
inmediatamente acude a nosotros la imagen en el espejo, ya sea el espejo que todos conocemos o el
primer espejo que es el rostro materno. Pero, así, no salimos de la idea de un espejo visual. Sin
embargo, el espejo no sólo es un objeto de reflexión de lo visible, sino también de lo audible, de lo
sensible. La imagen que el espejo refleja es tan sólo una estimulación más entre otras estimulaciones
sensibles en la construcción de la imagen inconsciente del cuerpo. Dentro de estas otras estimulaciones
sensibles son fundamentales la función del toque; la mirada materna como forma originaria de shifter
–como decía anteriormente– captada por el niño (sea o no ciego) que hacen que el niño sea
precisamente un “sujeto sujetado al lenguaje”. La palabra es formadora de la corporeidad estética y,
podríamos decir que la imagen del cuerpo se modifica y se transmite a través de la escucha. El sujeto
indaga hacia dónde mirar por la operación del significante que lo orienta.
Me parece que la materialidad del lenguaje no son sólo los significantes, sino que la prosodia, la
melopea materna, esa modulación de la voz con que una madre se dirige específicamente a su bebé es
insustituible del lugar que ese niño ocupa para ella. Y nada de esto se articula con la dimensión del ver.
- En muchos párrafos de sus textos destaca cierta vinculación entre autismo y ceguera. Tomando en
cuenta la distinción que realiza Lacan entre visión y mirada ¿se podrían sostener diferencias en la
constitución subjetiva en el caso de niños ciegos, o esto dependerá de los significantes que el Otro
aporte, como acontece en todos los casos?
- Me parece que esta pregunta se relaciona con la anterior. La constitución de la subjetividad depende
de los significantes que el Otro aporta. El tema es a qué llamamos significantes. Creo que, no sólo la
palabra hablada es significante, sino que la mirada, la modulación de la voz, el toque, los gestos, toman
valor significante. Sabemos que el sujeto es producido por el lenguaje, por lo tanto, no es el mirar lo que
orienta su palabra; en su reverso, es función del shifter marcar su posición de sujeto en el discurso,
producir su imagen y orientar su mirar. Cuando se anulan los indicativos del shifter, el niño ciego tiene
propensión al autismo por estar privado de la posibilidad de reconocerse en el campo del Otro. El niño
evita al otro porque él mismo se intuye como rechazado en el discurso. No se trataría, entonces, de la
falta de luz en los ojos del niño, pero, probablemente, ese imaginario oscuro perturbe la mirada del otro
degradando su significante.
- Al hacer referencia a niños autistas manifiesta que “estos niños aparecen inapropiados para el análisis
clásico” ¿De qué manera propone el trabajo con ellos?
- En primer término, voy a aclarar que he trabajado con muy pocos niños autistas sin compromiso
sensorial; prácticamente toda mi experiencia se relaciona con niños ciegos autistas. Los niños ciegos de
nacimiento suelen presentar conductas extrañas, denominadas “blindismos” o “cieguismos”,
comportamientos semejantes, fenomenológicamente, a los que presentan los niños autistas; sin
embargo, en algunos casos representan signos de desconexión y, en otros, parecieran ser descargas
motoras ante excitaciones internas o externas que no pueden –por la ausencia de visión– viabilizar de
otro modo. Por ejemplo, todos conocemos los “berrinches” que suelen hacer los niñitos entre los 2 y 3
años de edad, se “encaprichan”, se tiran al suelo, patalean, etc. En el niño ciego –ante la ausencia de
imagen visual– esas conductas observables se manifiestan de otros modos y esto desorienta mucho a
los padres. La semejanza sintomática entre los llamados “cieguismos” y los “rasgos” autistas a veces
parecen ser consecuencia de una identidad de estructura psíquica; sin embargo, otras veces, esta
misma semejanza sintomática (sin mediar tratamiento terapéutico alguno) en el devenir del tiempo
desaparece y el niño tiene un destino neurótico.
Ahora sí, respondiendo más específicamente a la pregunta diría que, fundamentalmente, la cura de un
niño autista va en camino inverso a un análisis clásico, mientras en un caso analizamos un sujeto ya
constituido, en el caso de niños autistas o con graves signos de desconexión, hay un trabajo casi
artesanal de construcción de subjetividad. Los niños muy pequeños nos permiten ver y comprobar
–como si tuviésemos una lupa– paso a paso, la teoría psicoanalítica.
Intento operar como una intérprete o traductora de lo que el niño hace, operación de traducción tanto
para el niño como para sus padres. Interpretar a los padres los actos del hijo posibilita al niño salir del
aislamiento.
- Estos “análisis no clásicos” ¿la han llevado a reformular aspectos conceptuales y técnicos de nuestra
praxis?, de ser así ¿cuáles por ejemplo?
- En realidad, no he reformulado aspectos conceptuales, no me considero una “teórica”. Leo mucho e
intento re-crear en mi clínica conceptos formulados por psicoanalistas como Dolto, Mannoni, Tustin,
Laznik-Penot, Cordiè y, en nuestro medio, psicoanalistas argentinos como Yankelevich y Jerusalinsky,
entre otros. En cuanto a la técnica, con niños pequeños siempre trabajo con los padres en la sesión,
esto me permite tomar aquellos significantes que circulan en el medio ambiente familiar,
diferenciándolos como aquellos que pueden producir la evocación de alguna marca.
En algún momento, el niño deja a la mamá o al papá en el consultorio y él se “va de paseo” por otros
lados de la casa, recorre otros espacios, siempre espero que sea claro que el niño está en condiciones
de poder establecer la separación.
A las conductas del niño, aún las más estereotipadas, motoras, (girar sobre sí mismo o hacer girar
objetos, rocking, flappeo, arrojar objetos) y/o verbales y que en sentido estricto no tienen valor
significante, a todas esas conductas les otorgo –frente a los padres– un valor de acto acerca de lo que
el niño hace. Esto posibilita abrir un abanico de significaciones donde el niño puede desplegar sus
posibilidades por más profundo que sea su déficit. Es decir, intento trabajar desde el déficit a las
posibilidades.
- También destaca que en muchas ocasiones se han logrado mejoras significativas y algunas veces
hasta curas, y en referencia a estos casos agrega que “han tenido un destino normal, tanto desde el
punto de vista psíquico como cognitivo.” ¿La cura estaría ligada a la “normalización?
- En estos casos hablo de niños tomados en tratamiento a muy temprana edad, antes de los 2 años
(cuanto antes mejor). De todos modos, no conozco niños que presentando cuadros muy graves y, aún
siendo más grandes no hayan tenido alguna mejoría y aquí sí podría hablar, de que pueden acceder a
cierta “normalización” que es un concepto que proviene de la educación: “entrar dentro de la norma”,
pero no llamaría “cura” a esa normalización.
Cuando trabajaba como Estimuladora Temprana con bebés pude ver y hacer el seguimiento, a lo largo
de muchos años, de aquellos bebés ciegos que fenomenológicamente presentaban muchísimos signos
de desconexión y cómo el trabajo de sostén de la función materna logró que esos niños tuvieran un
destino “neurótico”. Aquí hablo de que si tomamos estos casos tempranamente, trabajando con la teoría
y las herramientas que nos ofrece el psicoanálisis, logramos que esos niños que están al límite, al borde
del riesgo psíquico puedan torcer sus destinos, logrando ser sujetos deseantes, sujetos del inconciente.
- Usted integra equipos en instituciones donde se alojan o concurren niños con discapacidades
múltiples y trastornos graves, ¿es posible en estos casos un abordaje desde el psicoanálisis? ¿Se
podría decir parafraseando a Lacan “no retroceder ante las discapacidades graves” o nos encontramos
frente a un límite para el psicoanálisis?
- Debo decir que son muy pocos los lugares, ya sea públicos o privados que están atravesados por la
teoría psicoanalítica. Más bien, el enfoque cognitivo-conductual está a la orden del día y cuanto más
graves son los casos es cuando el conductismo más se impone. Por su parte, el psicoanálisis nos
brinda un marco referencial muy rico para trabajar con patologías graves en las que hay que tejer la
trama para que una subjetividad sea posible. Sin embargo, pienso que –en estos casos graves– hay un
tipo de operatoria particular, y aquí, me parece que –si bien hubo y hay varios psicoanalistas como los
anteriormente mencionados que realizan una ardua tarea para incluir a estos niños en el psicoanálisis–
todavía hay mucho camino para recorrer.
- Sobre el final del libro anteriormente citado refiere que “estos niños nos enfrentan a la emergencia de
un Real que amenaza a cada instante con arrasar cualquier instancia de identificación”. “Por lo común”
suelen aparecer posturas que caen en alguno de estos casilleros: rechazo o compasión ¿Cuáles son
los posicionamientos que con mayor frecuencia ha observado en los profesionales de las distintas áreas
que trabajan con niños con estas características?
- Sí. Esto lo digo, fundamentalmente, en el caso de niños con discapacidad mental. En algunas
oportunidades he observado (y denunciado) dolorosamente un claro rechazo, una cierta perversidad en
el trato con estos niños. En otros, aparece un rechazo encubierto, por ejemplo, al utilizar ciertas
técnicas o herramientas pedagógicas francamente conductistas del estilo estímulo-respuesta, siempre
llevadas a cabo, por supuesto, en nombre “del bien del niño”. Pero, también, existen muchos
profesionales –de distintas áreas– que respetan a cada niño en su singularidad.
- Sergio Rodríguez, en el Prólogo de Niños débiles... editado por Letra Viva, señala que muchas veces
fórmulas almibaradas al estilo de “con capacidades especiales” “subrayan reactivamente el desprecio
que sienten por estos chicos”, mientras que usted se propone lograr una inclusión lógica, ¿cómo sería
dicha inclusión?
- Hablo de “Niños Débiles” tratando de no confundirlos con lo que habitualmente llamamos
“discapacitados mentales”. Un niño con discapacidad mental no necesariamente será un “débil mental”.
No estoy diciendo que el retraso mental no existe, obviamente hay niños con etiologías orgánicas que
producen discapacidad mental. Pero la pregunta –retomada de los conceptos de Maud Mannoni– es por
qué hay discapacitados mentales tontos y otros inteligentes. Tomo el concepto de debilidad que formula
Lacan después de 1969, momento en que define la debilidad como una relación con el saber inscripto
en el discurso.
No estar sólidamente instalado en un discurso nos dice que la debilidad no es una estructura sino un
síntoma de la estructura. Así, podemos pensar la debilidad en relación a las psicosis, a la histeria y a la
neurosis obsesiva. Entonces, la debilidad puede aparecer en cualquier cuadro y no hace falta ser
deficiente mental para que la relación con el discurso se vea empobrecida. Sin embargo, el
discapacitado mental padece una restricción en el sistema de oposición lógica del pensamiento y,
entonces, si de él se enuncia poco, si las variantes de la representación en el discurso se ven
constreñidas, a su déficit mental se añadirá la debilidad.
- En nombre de elSigma le agradezco su participación en este espacio, lo que nos ha permitido –a partir
de su experiencia- un acercamiento a un campo poco habitual de la práctica de los psicoanalistas: el
análisis con ciego.
Sus desarrollos llevan a pensar cuestiones cruciales de la constitución subjetiva, no solo en el caso de
personas invidentes o con discapacidades múltiples.
Cristina Oyarzabal es Maestra Normal Nacional para Ciegos; Prof. en Ciencias de la Educación. Master
en Psicoanálisis. Coordinadora del Servicio de Apoyo Educativo de la Biblioteca Argentina para Ciegos
(2004-2011).
Ha obtenido varios premios. Entre los más recientes se encuentran: Mención Especial, Premio Letra
Viva 2001. Concurso “La clínica en debate”: Niños Ciegos (una mirada psicoanalítica). Primer Premio
“Dr. José Bleger” 2006 “Aplicaciones del conocimiento del Psicoanálisis desde el punto de vista
pedagógico, asistencial e institucional”: Psicoanálisis y Educación Especial. Debilidad Mental.
Asociación Psicoanalítica Argentina. Es autora de: Torcer el destino. Psicoanálisis y Educación Especial.
Niños Ciegos/ Discapacidades Múltiples. Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 2004; Niños Débiles. Con-
jugando quehaceres hacia la inclusión. Psicoanálisis y Educación Especial. Ed. Letra Viva Buenos Aires,
2007; Ciegos. El maravilloso mundo de la percepción. Psicoanálisis<>Neurociencias<>Filosofía. Lugar
Editorial Buenos Aires, 2011
Fuente: http://www.elsigma.com/entrevistas/entrevista-a-cristina-oyarzabal/12392
LES DEJO SU WEB:
http://www.discapacidadvisual-cristinaoyarzabal.com/
PREVENIRLACEGUERA | junio 6, 2012 at 11:19 PM | Categorías: Uncategorized | URL:
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